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rua

lo mio

Efectos colaterales.

Sentirme novio de la reina del mambo.
Importarme un huevo el mundo y la madre que lo parió.
Recordar con nostalgia aquellos polvos
que hicieron estos lodos.
Pensar con serio fundamento
que nuestra única misión en la vida
es rascarnos el ombligo.
Permitir que mi sombra se ría de lo mal que estoy.
Dejar que los nombres sonoros,
los adjetivos osados,
los verbos con retranca,
las conjunciones insólitas,
las interjecciones intrépidas,
las admiraciones ocultas,
y sobre todo la interrogación,
(la fascinante interrogación,
la que provoca las maravillosas dudas
y los seductores terrores)
me vayan follando lentamente
mientras compruebo
cómo se me pone la cara
de un novicio ante su primer orgasmo.

Y pedir otra.


(Algunos de los efectos colaterales
más fáciles de describir,
que produce un buen pedo de Guinnes)



Gracias, Irlanda.

Toma nota, Carlos:

Acabo de encontrar a mi francesita ideal:



Te lo cuento, porque ya sé de qué pie cojeas.



Sí, todo lo que quieras, pero te recuerdo que yo la ví primero

Si alguien me pregunta
qué hice el sábado
a partir de medianoche,
la única respuesta es ésta:


Se acabará sabiendo.
Pero no lo diré yo.
Para mí,
un pacto es igual que un tatuaje.


Ayer tuve unas horas muy
felicity fey

<center>Ayer tuve unas horas muy</center><center> <em>felicity fey</em></center>
Ya tocaba, ya.

(Algún día explicaré
que significan para mí
estas dos tan palabras tan queridas,
es una historia tan hermosa
que merece capítulo aparte.)

Y como colofón,
el random de mi reproductor de mp3
eligió para mí el broche de oro
de una tarde en la que llegué a pasear
por los alrededores de la pura gloria.
Fué cuando comenzó a sonar
La Vie en Rose
en la versión de Louis Armstrong.

Pues sí, querido negrazo mío, pues sí.
A veces,
solo a veces,
incluso puede incluso suceder solo una vez,
la vida es así:
Rosa.

¿Que hacer cuando estás en Carnaval y agarras la gripe?

¿Que hacer cuando estás en Carnaval y agarras la gripe? Alguien me hizo vudú,
y el viernes me levanté con una gripe de mucho cuidado.
No hay nada más frustrante
que gastar y gastar cajas de pañuelos,
tener los ojos hinchados y lacrimosos
mientras que todo Tenerife se divierte a tu lado.
De nada sirvieron los antigripales,
de nada las couldinas, de nada los ilvicos.
Hasta que me eché la manta a la cabeza,
y me curé el gripazo
con el único remedio válido en carnavales.

Bailar salsa hasta el amanecer

Eso, y el magnífico,
portentoso,
vigorizante,
pletórico,
adictivo,
espléndido
quedón,
y sabrosoncito

Ron Arehucas.




Tomate un chupito, mi niño, que es lo mejor.
Uno es poco,
dos se queda a mitad de camino,
La cosa comienza a ir mejor
a partir del tercero.

Lo siento por vosotros, pero yo me quedo.






Triste es dejar un vicio cuando no se tienen ganas de hacerlo, la madre que parió a la puñetera salud, que el diablo la confunda, lo que hay que sufrir para poder respirar sin toses cavernarias, con lo cinematográfico que quedaba yo cuando tosía como Bogart....

Triste es dejar un vicio cuando no se tienen ganas de hacerlo, la madre que parió a la puñetera salud, que el diablo la confunda, lo que hay que sufrir para poder respirar sin toses cavernarias, con lo cinematográfico que quedaba yo cuando tosía como Bogart.... De vez en cuanto me entra un mono....

Primeros y peligrosos síntomas que presenta el año nuevo:

Primeros y peligrosos síntomas que presenta el año nuevo: Pereza....

Adios, año cruel.

Adios, año cruel. Dado que el 2004 ha sido, sin lugar a dudas, el peor año de nuestras vidas, dicho sea esto con la imparcial objetividad que me caracteriza, anuncio a propios y extraños, a tirios y troyanos, a publicanos y a fariseos, a niños y a niñas, a capitanes intrépidos y a militares sin graduación, a supermodelos anoréxicas y a gorditas de buen ver, a feministas de estricta observancia y a iconoclastas de lo políticamente correcto, a heresiarcas y a ortodoxos, a buenos, feos y malos... que nada más pasada la medianoche del 31 de Diciembre y como saludo de bienvenida al 2005, celebraré en mi augusta mansión una colosal e inédita “lumumbada” a la que acudirán todos aquellos que hayan sido furiosamente maltratados por este nefasto año, una vez superados, claro está, algunos breves pero necesarios trámites privados vía e-mail. Podéis apuntaros en este blog.
N.B. Para saber qué es una lumumbada, ver comentario del 29-11-04

gritos

gritos Siempre creí que gritar, relaja,
De vez en cuando, en la redacción, suelto a todo pulmón una sarta de interjecciones que asombra los más novatos e inmediatamente sonrío para que nadie piense que estoy de mal rollo.
Es una forma de aliviar la tensión.
Pero mira por donde, alguien ha hecho de esta costumbre mía un buen negocio. Se trata de dos tipos más listos que el hambre, que han montado una empresa, STOP-STRESS y una técnica, la "Terapia del aullido". Los que aspiran a nota y no reparan en gastos, pueden acceder además a la "destructoterapia" (¡Toma ya!), donde provistos con un martillo pilón, destrozan televisores, coches, o lo que estén dispuesto a pagar.
¡Y yo, haciendo el gilipollas y gritando gratis, cuando podía forrarme haciendo de gurú de una escuela de relajación mental!

Primeras semanas sin el Juanele.

Primeras semanas sin el Juanele. Los psicoanalistas se han puesto las botas analizando por activa y por pasiva las relaciones subconscientes del hombre con su coche, y ahí cabe todo, una salida a la agresividad latente, el morro como una prolongación del pene, la velocidad como sublimación del orgasmo, y patatín y patatán.
Para mí, el coche sigue siendo masculino. No soy italiano, donde el automóvil es “la máquina”, y puestos a buscar oscuras implicaciones para alimentar a psicoanalistas en paro, tengo que decir de antemano que, por suerte o por desgracia, no soy homosexual, y el hecho de haber bautizado a mi coche con el nombre de Juanele no tiene nada que ver con el sexo del subconsciente o con el subconsciente del sexo, pues sabido es que el orden de los factores no altera el producto sexual bruto.
Chorradas aparte, el Juanele ha sido mi gran compañero de farra. Recorrí con él cinco o seis veces España, participé, gracias a él, en un montón de fiestas y de juergas, y dentro de él, dormí, bebí, follé y me entusiasmé con la vida.
Llevo unas semanas sin el Juanele y me resisto a comprar otro coche. No quiero tener algo que tenga que volver a bautizar. Me refugio en la excusa del contable, me sale más barato alquilar un coche distinto cada fin de semana, que comprar uno y cargar con los gastos de parking, impuestos y reparaciones.
El psicoanalista me diría que eso es precisamente lo que suele suceder cuando se te acaba un gran amor. Que antes de buscar desesperadamente otro que lo sustituya, hay una etapa intermedia donde uno se entrega al sexo sin compromiso, aquí te pillo, aquí te mato, aquí te tengo, aquí te dejo, tal y como se hace cuando uno alquila un coche. Se usa a tope, se devuelve y se olvida.
Igual tienen razón los psicoanalistas.
Pues que les den.

dos problemas etílicomatemáticos

dos problemas etílicomatemáticos Evidentemente, el mundo está bien hecho.
Por eso yo no tengo un duro.
Porque si yo fuera rico, lo primero que haría sería invitar a un cubata a todos los habitantes del mundo.
Un pregunta me corroe, porque, claro, yo soy de letras:
¿Cuanto me costaría la broma?
Que alguien de ciencias
me dé solución a estas cuestiones.
Me gustaría saber cuanto dinero me haría falta
para darme este capricho.
Para los que aspiren a nota,
otro problema anexo.
Como evidentemente en el planeta no existen bares suficientes para atender a la vez a toda la población mundial, ¿cuanto tiempo se necesitaría para que todo el mundo, incluidos los abstemios, tuvieran el cubata en su mano?

respirar o estornudar

respirar o estornudar Es de sobra conocido que al llegar a determinada edad, si te despiertas cada mañana y no te duele nada es que estás muerto. Pues bien, cuando llega el viernes, me siento inmerso en una lucha interior por culpa de este cuerpo mío que últimamente no hay por donde cogerlo. Por un lado están mis pulmones, castigados por tanto siglo de fumarlo todo, que se ensanchan de alegría, porque van a respirar aire puro, esa mezcla de pino y brisa marina donde está enclavado mi refugio interior, mi Roda del alma, con mis libros, mis dubidubis, mi adsl, mis músicas, mis vinos, los mil platos que se me ocurren cuando entro en mi cocina decorada a lo lisérgico, en fin, mi querida soledad tan llena de casi todo que me hace casi feliz. Y repito el casi, porque hay quien protesta cuando se huelen que voy a abandonar la gran ciudad. Son mis narices. Tienen narices la cosa. Tengo una especie de fiebre del heno tan oculta, que no acabo de encontrar el tipo de heno al que le tengo fiebre. Estoy hasta las narices de tanto estornudo súbito y encadenado. A lo peor de todo es que tengo alergia al puto campo, y mis narices tienen nostalgia de aquellos años locos en que mascábamos asfalto, respirabamos monóxido de carbono, bebíamos como mongoles (el doble de los cosacos) y no teníamos ganas de perder el tiempo metiéndonos en la cama para dormir, cuando se podían hacer otras cosas mucho más placenteras. Aquí quería ver yo a los políticos del talante, del diálogo y del buen rollito. A ver como concilio yo unos pulmones ecologistas y unas narices urbanitas. Se aceptan ideas.

269.457’6 kms.

269.457’6 kms. Con estos kilómetros me ha dicho adiós el Juanele. Kilómetros que han recorrido España por los cuatro puntos cardinales. Viajes a Córdoba por Albacete o por Motilla del Palancar. Ruta de la Plata arriba y abajo, de Sanlúcar a Gijón y viceversa. Cinco veces el camino de Santiago. Dos veces los Pirineos, como el rayo, en zig, zag. Las Encartaciones, la Ruta de los Contrabandistas, el Maestrazgo, Doñana, Las Alpujarras hasta la cumbre, de pistas inverosímiles, donde están los budistas, el Parque gaditano de los Alcornocales, la Selva de Irati, la Ruta del Toro, la Serranía de Ronda, la Axarquía, la Sierra de las Nieves, las brujas de Zugarramurdi, la ciudad encantada de Cuenca. los Arribes del Duero. Querido Juanele, compañero de viaje, callado testigo de mis momentos de amor, oyente plácido y paciente de mis penas y alegrías. Te canté por Carlos Cano o por Diana Krall, y te he sentido cercano e indispensable. Ultimamente estabas muy gruñón. Sabías que se acercaba la hora de tu agonía. Mientras te llevaba al tanatorio municipal, en el último kilómetro por las calles de Barcelona, resoplabas impotente, y la mínima cuesta te parecía una hazaña. He firmado mil papeles, le entregué al funcionario la llave de tu vida, y dentro de unos días, la grúa te llevará al desguace. En el retrovisor he dejado colgados los pañuelos de las mil fiestas populares a las que fui contigo: Sanfermines, Sanmateos de Logroño, batalla del vino en Haro, Carnavales de Cádiz. Querido Juanele, amigo, hermano. Adios. Me has dejado solo, hecho un peatón desconsolado, cuando estabas a punto de cumplir 14 años conmigo. Descansa en paz en tu cielo de chatarra.

Más sobre Manolo

Más sobre Manolo La primera vez que vi a Manolo fue en 1970. Salía de una cafetería con un buen hato de libros y periódicos. Serio, con cara de pocos amigos, y sin abrir la boca. Yo lo tenía en un pedestal gracias a sus artículos en la revista Triunfo, firmados con el seudónimo de Manolo V el Empecinado y me quedé con las ganas de cruzar una palabra con él. Hermosa época, aquella. En el Palau actuaba Ravi Shankar, el padre de Norah Jones, en el Tivoli estrenaba Marsillach su Tartufo, una crítica a los trepa que entonces todos eran del Opus (ahora la fauna ha ganado en variedad), en Sarriá vivían juntos, pero no revueltos, Vargas Llosa y García Márquez, que los podías encontrar, tan amiguitos por entonces, en el estreno de la primera comedia musical de la Trinca, Pebrots i cuplets. Carlos Barral miraba con aires de superioridad las hoscas maneras de Lara, que todavía no tenía en mente comprar todas y cada una de las editoriales catalanes. La vida era más sencilla entonces. Había que dejarse caer cada noche por algún bar de la calle Tuset, o admirar las fotos de Pomés de la tortillería Flash Flash, donde con suerte podrías ver a Romy o a la Gimpera que estaban para mojar pan, (lástima que Internet no nos haya dejado constancia de sus años mozos) o a Ricardo Bofill padre, con su mujer la actriz Serena Vergano, intentando explicar por quinta vez el mensaje de la última e incomprensible película de la escuela de Barcelona. En caso de aburrimiento y para demostrar progresía había que robar unos libros en el drugstore de Paseo de Gracia, y en verano si tenías pasta o cara, pasar un verano en Cadaqués, como pagano o mejor como invitado. Manolo, sin embargo, prefería pasear por las Ramblas, sus Ramblas, entonces pueblo puro y duro, producto nacional bruto en su más prístina esencia, observar las putas de la calle Tapias o comentar la jugada tomando un pastís en el Pastís, el único bar que continúa como entonces. Tardé cinco años en poder hablar con Manolo. Fue en una cena multitudinaria donde tuve la suerte de sentarme a su lado. Como a mis preguntas respondía por monosílabos, al final fui yo el entrevistado. Manolo me preguntó por bares, lugares y costumbres de la Costa del Sol, y yo, que aún tenía aún frescos aquellos paisajes y paisanajes, le proporcioné una extensa respuesta. Luego reconocí gran parte de aquella información en una de las novelas de Carvalho. Así era Manolo, una esponja. No desaprovechaba nada. Todo lo que veía, escuchaba o saboreaba, lo convertía, una vez digerido, en literatura.

Un año sin Manolo

Un año sin Manolo A Manolo le veía de vez en cuando. En comidas corporativas, vulgo pesebres. Pero no en todas, en las mejores, claro. Porque a pesar de los pesares, ni su ideología, ni su morfología le impidieron ejercer de gourmet. De vez en cuando se recluía y no se dejaba ver. Una de dos, o estaba acabando un libro, o estaba a régimen, Un régimen estajanovista, de los suyos, que le hacía perder unos kilos que apenas se notaban, pero que a él le reconfortaban. De todos los encuentros con MVM, el más divertido fue hace ya bastantes años, cuando el restaurante la Dorada de Barcelona estaba en todo su esplendor. Por aquella época Manolo tenía un Consultorio Gastronómico Sentimental en Protagonistas de Luis del Olmo. Yo le consulté si podía concebir un gazpacho para millonarios, un gazpacho caro de precio. Esto sucedía muchos años antes de que Ferran Adriá concibiera en El Bulli su gazpacho con tropezones de bogavante. La propuesta de Manolo era interesante. Ilustrar el gazpacho con colas de langostino de Sanlúcar y granos de caviar. ¿Negro o rojo? ¿De esturión o de salmón? “Eso lo discutiremos sobre el terreno”, respondió Manolo. Y en compañía de Jordi Estadella o lo que es lo mismo Tito B. Diagonal, reservamos un camarote en la Dorada. Mientras llegaba el gazpacho, el maitre, que ya sabía que eramos las tres cucharas más potentes a este lado del río Pecos, nos entretuvo con las entradillas típicas de La Dorada de aquella época: chaquetes, salmonetitos, puntillitas, pijotas, adobo,boquerones victorianos, más una colosal fuente de ibéricos. Llegó el gazpacho, con los langostinos de tropezones, y dos latas de 250 gramos de caviar, uno negro y otro rojo, probamos, degustamos y llegamos a la conclusión de que con el de salmón combina mejor. Pero algo había que hacer con el caviar iraní sobrante. Jordi pidió champán, -Roderer Cristal, el suyo- para acompañar el caviar. Se acabó el caviar, sobró champán, pedimos más caviar para no dejar tan solo al champán. Se acabó el champán, sobró caviar. Pedimos más champán para no dejar tan solo al caviar. En este juego de acompasamiento, dimos buena cuenta de cuatro botellas de champán y un kilo de caviar. A todo esto, el maitre se sacó de la manga una langosta gigante que tenía reservada para casos extremos. Una vez terminada la langosta, que acompañamos con dos botellas de albariño, apareció el maitre y fué entonces cuando Manolo después de mirarlo fijamente, pronunció una frase para la historia. “Vamos a ver, ¿aquí cuando coño se come?” Menos mal que en la Dorada no faltaba capacidad de respuesta. Al poco rato, llegaron con un caldero de arroz caldoso con mariscos diversos, que Manolo saboreó con placer de patricio, mientras que Jordi y yo acabamos con más esfuerzo que otra cosa. Aún así, hubo tiempo y hueco para postres, cafés y una disertación, con degustación y controversia incluida, entre Manolo y Jordi sobre las diversidades de los maltas de la isla de Jura. Un detalle a modo de postdata. A las ocho de la tarde, nos levantamos, y salimos del restaurante. Nadie nos presentó una nota. Aún me pregunto quien pagó la colosal comida, que tendría que haber costado un ojo de la cara. Presumo que fue Manolo, pero su colosal timidez, o acaso su delicadeza, o quien sabe si su sentido de la amistad, le impidió comentarlo.

63

63 Los años no se cumplen.
Se descuentan.
Lo que se cumple es la inexorable marcha atrás.
Esto es lo que hay.
Si no quieres caldo, dos tazas.
Por lo demás: querido Rúa que soy yo:
Feliz y melancólico cumpleaños.
Como tiene que ser.

Tengo mono

Tengo mono El mundo es raro, aunque sea redondo y achatado por los polos.
El mundo es raro, y yo lo soy más.
¡Que me estoy encontrando a gusto en mi madrileision, hijos míos!
¡Que ayer martes estaba hasta el moño, en la redacción de Barcelona, se me habían quitado hasta las ganas de gritar, y eso en mí, es un mal síntoma!
Hoy, sin embargo, desde la redacción madrileña, en esta primavera de castellana vieja, levanto la cabeza y veo gente que me sonríe y que, los creo, los creo, me habían echado en falta estos dos días. El cariño, el puñetero cariño es un mal consejero. Y que conste, os lo juro, que no me estoy refiriendo a la sonrisa de Sonia, a la mirada de Irene, o a la marcha de Almudena. Vosotros, os lo juro por vuestro padre que soy yo, sabéis de sobra que no me muevo por esas cosas. En este páramo de las afueras, la Villa y Corte y su megalomanía quedan muy lejos, he descubierto un par de barrios más o menos decentes, una sala de minicines potable, cuatro librerías bien nutridas, y, cosa fina, en el restaurante del hotel, el cocinero que es de Aranda me mima como a un colega, y la camarera, Paloma, me trata con cariño de sobrina adoptiva.
Ahora que faltan pocos días para mi vuelta a casa, me he dejado invadir por la nostalgia. Puede que padezca una variante del síndrome de Estocolmo, pero si no me averiguo, que me lo averiguaré, un sistemilla para poder volver un día a la semana, los miércoles, por ejemplo, me parece que tendré problemas serios. Tiene gracia la cosa. Hace tres meses que dejé de fumar, y Madrid se ha convertido en mi nueva nicotina. Ahora ya sé de qué va la cosa, esto no es una ciudad, es una droga, y de ahí el mensaje de advertencia que le colocaron como si fuese un paquete de tabaco:"Madrid me mata".