Lumumba. (Segunda parte: el cóctel)
Bien porque eramos todos unos rojos, por lo menos de corazón, o bien porque Patrice Lumumba había dejado un poso de simpatía, lo cierto es que al poco tiempo de su muerte, fué bautizado con su nombre un curioso cóctel que llegó a tener bastante aceptación. Quien fuera el que se le ocurrió llamar Lumumba, a la mezcla de cacaolat, hielo y brandy tuvo un acierto más que sobrado. El cóctel no se puede considerar en sentido estricto una creación, algo parecido y más sofisticado te lo hacían en los bares pijos, donde en vez de colacao utilizaban el licor Mozart de chocolate, y algún brandy curioso como el de albaricoque, todo ello reforzado con una cucharadita de cacao molido , pero lo bueno del lumumba era su simplicidad, a la que se añadía una cualidad que le habíamos adjudicado, tal vez un poco alegremente, la de ser una bebida mataresacas, y de hecho la reservábamos para el final de la gran juerga, a modo de desayuno alcohólico, antes de dormir la mona. Incluso en invierno, había quien dejaba el hielo para mejor ocasión y pedía el cacaolat caliente, con lo cual, el lumumba se transformaba en un carajillo de chocolate.
Luego, un día, nadie sabe ni cómo, ni cuándo, ni por qué, el "lumumba" pasó a la historia.
Hasta que alguien, con intuición de artista, lo rescató del río del olvido para convertirlo en algo alucinante.
Pero ésa es otra historia.
(Continuará)
Luego, un día, nadie sabe ni cómo, ni cuándo, ni por qué, el "lumumba" pasó a la historia.
Hasta que alguien, con intuición de artista, lo rescató del río del olvido para convertirlo en algo alucinante.
Pero ésa es otra historia.
(Continuará)
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