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Adiós, Caín.

<center>Adiós, Caín.</center>
Conocí a Guillermo Cabrera Infante desde la redacción.
Venía a Barcelona una vez al año,
para promocionar algún nuevo libro suyo,
o simplemente para darse un baño de Mediterráneo.
La rutina cotidiana de su exilio londinense
lo había convertido en un flemático británico,
a mil años luz de aquella desaforada bohemia
que gozó en su querida Habana alegre y confiada,
y que describió magistralmente
en su inmensa “opera prima”,
Tres Tristes Tigres.
Su conversación era divertida,
pero su rostro era el de un afligido felino.
Se le alegraban sus ojos
cuando hablaba de su gran pasión,
el cine.
Nos dejó una de las obras maestras
de la crítica cinematográfica:
Un oficio del siglo XX,
libro de cabecera
para todo amante del séptimo arte.



Como guionista,
escribió en 1971,
una película de culto,
"Vanishing Point"
que todavía, al verla en DVD,
fascina por su rotundidad dramática.

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