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La Solución Final: Falla de Mitras.

 

Amados Monseñores en Cristo:

Vais de culo.

Segunda manifestación inútil que le hacéis a Zapatero.
Os estáis gastando una pasta y ni caso.
Antes de que arruinéis al Vaticano, os hago una modesta proposición:

Quema de obispos a lo bonzo

Inventaron esta forma de protesta unos monjes budistas vietnamitas en los años 60.
Pero yo la considero muy valenciana,
con el ventaja adicional
de que en vez de un ninot de madera
que cuesta muchas horas de trabajo,
se quema un obispo vivo,
que, según afirman curas de fíar, hay demasiados.
Pero hay otras beneficios colaterales.

Ahorro de carburante.

Tres litros de gasofa sobran para quemar un obispo, por mucha barriga que tenga, mientras a saber los litros que se han gastado con tanto autobús lleno de católicos protestantes convergiendo a Madrid.

Máyor repercusión mediática.

Una manifestación de multitudes, masas, pueblo soberano o puta escoria, es, como sus propios adjetivos indican, algo muy aleatorio. Puede estar formada por dos millones de ciudadanos conscientes de sus responsabilidad y decididos a exhibir democráticamente su derecho a protestar, si la manifa la organiza el gobierno, o por dos mil despistados de la chusma que pasaban por ahí, si está organizada por la oposición. Los números son de goma, la guardia urbana, a la hora de contar, mucho más, y los periódicos, como es lógico, solo están atentos al que más paga. Sin embargo, obviamente, un obispo quemándose junto a la Cibeles, aparte de ofrecer un estimulante espectáculo de luz y sonido, es una cifra imposible de manipular, única e indivisible, tiene nombre y apellidos, se llama por ejemplo Monseñor Briones, Obispo de Segorbe. Y no veas tú la mundial que se montaría, cuando la Iglesia hiciera una sacrosanta protesta a lo grande, en esos casos especiales en que hay que exigir aumento de sueldo o salvar una Caja de Ahorros. Entonces se organizaría un incendio solemne, de pontifical, concelebrado, con el presidente de la Conferencia Episcopal a la cabeza, rodeado de sus obispos pelotas, y con la falla mitral, retransmitida por todos los Santos y su capo don Bernardo. Este sistema de protesta, que sustituye la cantidad por la cualidad, tendría mucha mayor repercusión mediática; a bote pronto, los audímetros garantizan una subida de 5 puntos en el share, por cada minuto de obispo quemado y retransmitido. En estos delicados asuntos de profundo calado teológico, hay que echar mano de la patrística e invocar el argumento de autoridad de las grandes teólogos de la modernidad, los Monty Pithon, que afirmaron hasta quedarse roncos, que el autentico sentido de la vida radica en salir mucho tiempo en televisión: Si sales mucho, te salvas, si no, estás condenado.

Corrimiento de escalas.

Uno de los problemas más graves que padece la Iglesia, es la inflación de su cuadro de mandos, todos los analistas coinciden que tiene sobredimensionado su staff. Si la Iglesia fuese un trust como es debido, sin remilgos curiales, tendría que proceder con urgencia a generar sedes vacantes, mediante los incentivos de rigor: jubilaciones anticipadas, expulsiones pactadas, o creación de un conveniente número de vicepresidencias con derecho a nada. Al paso que van, se corre el peligro inmediato de que haya más jefes que indios. Los cuatro curas que quedan, se desaniman, se hacen maricones, o las dos cosas a la vez, porque no suben de categoría, no hay corrida de escalafón por culpa de un exceso de obispos, que se han agarrado como una lapa a sus solios. Gracias a esta ígnea depuración, la Iglesia conseguiría una excelente oportunidad de lograr sedes vacantes, y hacer algo potable de unos cuantos obispos que no hay Dios que los mate y que solo saben ir a Roma a incordiar.

Aumento del martirologio.

Este sistema, además, ahorraría al Papa alemán el trabajo de sacarse santos de la manga. Los que sacó los el Papa polaco no tuvieron mucha gracia, y los que nos tocaron en suerte a los españoles, unas veces eran altos cargos fundadores recomendados por el Sindicato de Banquero del Opus One, otras veces eran dos monjitas cansadas de curar pupitas a los negratas el Alto Volta, o lo que es más grave, era un buen zurrriagazo de santos mártires de la guerra civil del mismo bando, con lo que duele eso. Por el contrario, con este nuevo sistema, se automatizarían las canonizaciones. Todo obispo quemado, por el mero hecho de inmolarse en la plaza pública por una buena causa, sería automáticamente canonizado y nombrado santo patrono de su pueblo natal, con derecho a una semana de fiestas y corrida de vaquillas. (Así, como el que no quiere la cosa, y de carambola, se actualizaba la política de premios: en la actualidad, La Iglesia ofrece, a cambio de todo lo bueno que hay en esta vida, una salvación en la ottra vida que consiste en un cielo que nadie sabe en que consiste. Esta vaguedad, absolutamente inane, no tiene nada que hacer ante la promesa musulmana de 50 huríes vírgenes a tu disposición (Una duda me viene de improviso, e imploro ayuda al Google de Mahoma: las moritas suicidas, ¿en el cielo tendrán 50 sultanes vírgenes, o tienen que ser lesbianas para ser suicidas?)

Efecto llamada.

De la misma forma que una violación engendra, por mimetismo, una cadena de futuras violaciones, una campaña de quemas episcopales, bien planificada, podría generar, por medio de las sinergias, que otro tipo de sectores de público con capacidad de protesta, buscase el mismo sistema, con lo que al cabo de un tiempo, a la quema de obispos, le seguiría la quema de pescadores, de transportistas, de marineros, de agricultores, de autónomos, y demás familia. Y miren ustedes por donde, conseguiríamos el objetivo que esbozamos con el nombre de La Solución Final. Habríamos despoblado este país de sectores, claramente improductivos y excesivamente contestatarios, y nos quedaríamos con el único personal que importa en estos momentos del siglo XXI.

A saber:

De un lado,
la inmensa mayoría de súbditos de la mayoría silenciosa que consumen la tira.
De otro lado,
la inmensa mayoría de chinos y asimilados, trabajando como tales.
Y, bien arriba, dominándolos a todos,
je, je, je,

Nosotros, los Jefes.

1 comentario

3 -

la solución final es una expresión por la que siempre he sentido debilidad, pero si lo mio fuera la Guerra Civil me decantaría seguro por el homónimo de Anthony Beevor que publica Crítica mi editorial de historia favorita y, sin duda, la mejor.